Vagina again
Piel de rinoceronte
Siempre he pensado que el horror al que se refería el coronel Kurtz es el pene circuncidado. Esos glandes coriáceos en los que se puede rascar y prender un fósforo. Un ejercicio de sadismo social perpetrado sobre el apéndice sagrado; aquel que, mal que nos pese, ha devenido en el símbolo de la historia de la humanidad hasta el presente. Si en el futuro conseguimos equilibrar la balanza del simbolismo, tal vez contribuyamos a frenar el ensañamiento contra este tierno órgano.
Tus muecas follando
Se ha perpetuado el mito de que el coito de concepción del primogénito tenga que ser memorable. Y hay ahí fuera parejas, a las que se les resiente la fertilidad, impostando cada noche coitos histriónicos desde hace meses, tal vez años, no vayan a incurrir en el desafecto de la fecundación mediante un acto miserable, desganado y ordinario. Parejas que abrazan posturas de videoclub, las piernas por encima de la cabeza como mínimo, forzando el ritmo y la velocidad, congestionando los rostros y profiriendo gañidos de matadero.
Instrucciones para tomar una muestra de heces
Para no obtener resultados alterados, es importante que no haya consumido algunos medicamentos ni drogas recreativas antes de la prueba. Y no, no se refiere sólo a ingesta por vía anal, caballero.
1. En primer lugar proceda al acto animal de la micción, para evitar que el caldo delantero contamine la muestra de producto intestinal.
2. Sobre un artilugio ad hoc (consultar entre la amplia oferta de artículos para esta actividad no lúdica que el capitalismo de consumo pone a su alcance) o, en su defecto, una bolsa de plástico, papel de periódico, la vajilla de porcelana china de la abuela o cualquier otra superficie que evite que el producto de su ano llegue a tocar el fondo del inodoro y se contamine, proceda al acto animal de la defecación, sin olvidarse de proferir gritos desgarradores que acompañen el bombeo y evacuación de la ponzoña.
3. Inclínese sobre la deposición y mírela fijamente a los ojos, como si fuesen a besarse. Con el instrumento de recolección que le ha proporcionado su médico de confianza, o, en su defecto, su médico a secas, proceda al acto animal de escarbar en su producto todavía caliente y vaya llenando el frasco a cucharaditas, diciendo una por papá, una por mamá si fuese necesario. Conviene tomar muestras de los extremos y el centro. En todo caso, es importante impedir que la muestra se contamine, para que en el laboratorio no concluyan la existencia de un ecosistema extraterrestre en su recto. Llene el tubo hasta la marca y ciérrelo bien, atesorando en el interior su regalo.
4. Identifique bien el frasco de muestras con su nombre, fecha y hora del delito. No es necesario que escriba una dedicatoria. Con los datos indicados, el personal del laboratorio podrá darse codazos y decir por la megafonía interna: 'Atención, a todo el personal, a las once y media de esta mañana, mientras nos tomábamos el café, Fulano de tal estaba blasfemando, con las venas a punto de estallar y los dientes apretados poniendo un huevo.'
5. Lleve la muestra de vuelva a su médico (de confianza). Oculta a la vista, por favor. Los niños con los que se cruza al pasar por delante de la puerta del colegio no tienen interés en ver el color y consistencia de sus negocios. Sus madres tal vez sí. Entregue la muestra lo más rápido posible, preferiblemente en el plazo de dos horas desde que dio usted a luz, y si ello no fuese posible, consérvela refrigerada en la nevera, alejada de los botes de compota de castañas.
Por su salud, emplee guantes durante la toma de la muestra. Pero no los de piel de cabritilla de su abuela. Y después de terminar, lávese las manos.
1. En primer lugar proceda al acto animal de la micción, para evitar que el caldo delantero contamine la muestra de producto intestinal.
2. Sobre un artilugio ad hoc (consultar entre la amplia oferta de artículos para esta actividad no lúdica que el capitalismo de consumo pone a su alcance) o, en su defecto, una bolsa de plástico, papel de periódico, la vajilla de porcelana china de la abuela o cualquier otra superficie que evite que el producto de su ano llegue a tocar el fondo del inodoro y se contamine, proceda al acto animal de la defecación, sin olvidarse de proferir gritos desgarradores que acompañen el bombeo y evacuación de la ponzoña.
3. Inclínese sobre la deposición y mírela fijamente a los ojos, como si fuesen a besarse. Con el instrumento de recolección que le ha proporcionado su médico de confianza, o, en su defecto, su médico a secas, proceda al acto animal de escarbar en su producto todavía caliente y vaya llenando el frasco a cucharaditas, diciendo una por papá, una por mamá si fuese necesario. Conviene tomar muestras de los extremos y el centro. En todo caso, es importante impedir que la muestra se contamine, para que en el laboratorio no concluyan la existencia de un ecosistema extraterrestre en su recto. Llene el tubo hasta la marca y ciérrelo bien, atesorando en el interior su regalo.
4. Identifique bien el frasco de muestras con su nombre, fecha y hora del delito. No es necesario que escriba una dedicatoria. Con los datos indicados, el personal del laboratorio podrá darse codazos y decir por la megafonía interna: 'Atención, a todo el personal, a las once y media de esta mañana, mientras nos tomábamos el café, Fulano de tal estaba blasfemando, con las venas a punto de estallar y los dientes apretados poniendo un huevo.'
5. Lleve la muestra de vuelva a su médico (de confianza). Oculta a la vista, por favor. Los niños con los que se cruza al pasar por delante de la puerta del colegio no tienen interés en ver el color y consistencia de sus negocios. Sus madres tal vez sí. Entregue la muestra lo más rápido posible, preferiblemente en el plazo de dos horas desde que dio usted a luz, y si ello no fuese posible, consérvela refrigerada en la nevera, alejada de los botes de compota de castañas.
Por su salud, emplee guantes durante la toma de la muestra. Pero no los de piel de cabritilla de su abuela. Y después de terminar, lávese las manos.
Recordar
Recuerdo cuando éramos casi niños. En el parque, cogiéndome lo masculino.
En la discoteca, te acercaste a besarme y te rechacé. Te sentí tangente dentro de los pantalones de marca.
Las noches de verano, la sábana en el suelo. Cómo dolía.
Luego vino el rollo copro. La secta del chocolate, los hermanos viciosos del mousse.
Recuerdo a la vecina del tercero. Escucho la radio por el patio, las lágrimas de la depresión y sus orgasmos de caramelo.
En la discoteca, te acercaste a besarme y te rechacé. Te sentí tangente dentro de los pantalones de marca.
Las noches de verano, la sábana en el suelo. Cómo dolía.
Luego vino el rollo copro. La secta del chocolate, los hermanos viciosos del mousse.
Recuerdo a la vecina del tercero. Escucho la radio por el patio, las lágrimas de la depresión y sus orgasmos de caramelo.
Mi vecina que siempre va en bragas
Mi vecina del otro lado de la calle que siempre va en bragas por casa hoy no va en bragas por casa. Tal vez se deba a ese otro brazo que aparece en el pequeño marco de visión que tengo sobre su cocina, a través del que veo la mesa puesta, a mi vecina de pie, vestida, junto a la encimera y esta otra extremidad masculina sin cuerpo. Esto no es del todo malo, no me entristece ni me enfada. Tal vez el brazo, después de cenar, tome a mi vecina por la cintura, la arroje sobre la mesa de la que ha apartado violentamente todos los platos haciéndolos estallar contra el suelo y la penetre con otras extremidades del cuerpo que de momento no veo a través de la ventana, pero que deseo que sean grandes y caudalosas, de película.
Noche
Fuera se oye, de vez en vez, el "¡Va-" de los serenos. A través del tabique de panderete se distingue el crujir de un somier, honesto como el canto de la cigarra.
La noche se cierra, el filo de la una y media de la madrugada, sobre el corazón de la ciudad. Miles de hombres duermen abrazados a sus mujeres, olvidados del duro día que quizás les espera, dentro de tan pocas horas. Cientos y cientos de bachilleres caen en el íntimo, delicadísimo vicio solitario.
Camilo José Cela. La Colmena.
La noche se cierra, el filo de la una y media de la madrugada, sobre el corazón de la ciudad. Miles de hombres duermen abrazados a sus mujeres, olvidados del duro día que quizás les espera, dentro de tan pocas horas. Cientos y cientos de bachilleres caen en el íntimo, delicadísimo vicio solitario.
Camilo José Cela. La Colmena.
El príncipe del reino
Le apunta al coño con el dedo índice y exclama: Por ahí han entrado muchos hombres pero ha salido sólo uno, mi heredero.
Pronto terminaremos
Tu glande golpeando muy dulcemente el fondo blando de mi cuerpo. En los aseos del instituto. Durante la clase de historia. Tenemos diecisiete años y queda poco tiempo para que la vida se convierta en una pesadilla de la que no escaparemos hasta la muerte. Provocada por nosotros mismos. Desde el puente del tren a la entrada del pueblo. Tendremos veintiseis años y nada de nuestras existencias habrá merecido la pena salvo estos instantes íntimos en los aseos del instituto.
Mi libido moribunda
Ayer sorprendí a una pareja desnuda tomando el sol en el parque y mi cola, a la que daba por perdida desde principios de año, resucitó un poco.
No recuerdo las caras, incapaz de desviar la atención de los genitales blandos que se desparramaban entre el vello sudado. Qué conocido y repugnante se veía uno. Qué originales y diferentes los otros. Me propongo probar esa variante de la sicalipsis, todavía pendiente a mis 41 años.
Había tensión sexual en aquella pradera solitaria, silenciosa y soleada que me infundió un poco de vida.
No recuerdo las caras, incapaz de desviar la atención de los genitales blandos que se desparramaban entre el vello sudado. Qué conocido y repugnante se veía uno. Qué originales y diferentes los otros. Me propongo probar esa variante de la sicalipsis, todavía pendiente a mis 41 años.
Había tensión sexual en aquella pradera solitaria, silenciosa y soleada que me infundió un poco de vida.
Confesiones tardías
Soy de la generación que se estrujó el pepino con Winona Ryder. Con Sharon Stone. Con la escena de El nombre de la rosa. Con Kirsten Dunst en camiseta blanca sin sujetador. De esa generación. La que lo hizo todo mal.
Su juego favorito
Los pies descalzos sobre los fríos azulejos. Los codos descansando en las rodillas y los ojos cerrados. La mente vacía, concentrada en los movimientos peristálticos y el sonido bello y cremoso del objetivo fluyendo espesa, lentamente de su interior.
El cetro de la erección
Se ha hablado tanto de la igualdad de los géneros que se ha olvidado que la diferencia es imprescindible. Igualdad en derechos, oportunidades, responsibilidades, consideración... sí. Pretender pasar por el mismo troquel a dos visiones del mundo, dos experiencias diferentes de la vida hasta obtener materias indistinguibles —incluso indefinidas— no.
Apuntemos una diferencia: El poder que otorga experimentar una erección. Hasta el hombrecillo más insignificante de la tierra se transmuta en el omnipotente soberano de todos los seres cuando está tocado por el volcán de su miembro enardecido. No existe réplica posible a sentir el vigor que mana del interior del propio cuerpo y empuñar el epicentro de toda la energía universal. Tal vez sea sólo un proceso bioquímico, pero sus consecuencias han marcado la historia.
Mañana trataremos sobre la magia de la inmaterialidad de la vagina.
Apuntemos una diferencia: El poder que otorga experimentar una erección. Hasta el hombrecillo más insignificante de la tierra se transmuta en el omnipotente soberano de todos los seres cuando está tocado por el volcán de su miembro enardecido. No existe réplica posible a sentir el vigor que mana del interior del propio cuerpo y empuñar el epicentro de toda la energía universal. Tal vez sea sólo un proceso bioquímico, pero sus consecuencias han marcado la historia.
Mañana trataremos sobre la magia de la inmaterialidad de la vagina.
El coño no puede apuntar
Cobré conciencia de la idiosincrasia del mear femenino cuando una antigua novia me relató, entusiasmada, cómo había abatido un papelito pegado a la porcelana del inodoro. Una mujer descubría a sus treinta y tantos años la común experiencia masculina de apuntar y derribar objetivos con el chorro de orín. Desde los primeros recuerdos mi actividad urinaria se ha dirigido contra papeles, esputos, pelos y otros restos orgánicos... y ahora llegaba esta novia mía a encontrarse con la meada orientable.
Le mot juste
Todos estos años. Toda esta mierda escrita para dar hoy en este libro con la única frase que no había conseguido formular aún, la única que merece la pena. La que lo dice todo. Te necesito como mujer.
El conducto adolescente
Tiempos de felicidad.
Tiempos pasados.
La luz de la farola
filtrada en las cortinas sobre su cama.
El pijama de verano,
la sábana en el suelo.
Ahogando los jadeos,
el presente en sus manos,
profanándose digitalmente
en el bochorno de sus quince años.
Tiempos pasados.
La luz de la farola
filtrada en las cortinas sobre su cama.
El pijama de verano,
la sábana en el suelo.
Ahogando los jadeos,
el presente en sus manos,
profanándose digitalmente
en el bochorno de sus quince años.
Destino
Frías mañanas de domigo, opacas de niebla, en las que sondeas virilmente la caverna blanda de tu esposa. Ya hemos abandonado nuestros juegos de adolescencia. El recuerdo de mi lactosa resbalando por tu barbilla. La tuya por la mía. Sé que no eres feliz. Yo tampoco. Y a ella no se lo contamos, para que siga siéndolo.
Cuestiones vitales
1. ¿Podrías describir tu vagina sin ahorrarte los detalles más repugnantes?
2. ¿Le sacas partido a la vagina?
3. ¿Te planteas adoptar o quieres que te los saquen de dentro?
4. ¿Tú crees que una mujer jiñando puede sentir en la vagina la influencia de los zurullos muy gordos?
2. ¿Le sacas partido a la vagina?
3. ¿Te planteas adoptar o quieres que te los saquen de dentro?
4. ¿Tú crees que una mujer jiñando puede sentir en la vagina la influencia de los zurullos muy gordos?
Cagar dos veces seguidas, ¿es una quimera, doctor?
Suena el teléfono.
Descuelga y se lo coloca junto a la oreja.
Le preguntan si caga cremoso.
Silencio.
¿Oiga? ¿Sigue ahí?
Sí
¿Se vacía analmente todos los días?
¿Por quién pregunta?
Si es usted de cagada copiosa, entonces por usted, hermano.
Descuelga y se lo coloca junto a la oreja.
Le preguntan si caga cremoso.
Silencio.
¿Oiga? ¿Sigue ahí?
Sí
¿Se vacía analmente todos los días?
¿Por quién pregunta?
Si es usted de cagada copiosa, entonces por usted, hermano.
Orgasmo
Necesito saberlo. ¿Lo alcanzaste cuando concebimos al primero...? ¿Y al segundo? ¿Y a la niña?
No me los proporcionaste.
Por dios, ¿alguna vez te has corrido?
Te odio.
Te compadezco...
No me los proporcionaste.
Eso es, llora. ¿Qué puede haber más triste que dar vida a tus hijos sin que medie un orgasmo?
No me los proporcionaste.
Por dios, ¿alguna vez te has corrido?
Te odio.
Te compadezco...
No me los proporcionaste.
Eso es, llora. ¿Qué puede haber más triste que dar vida a tus hijos sin que medie un orgasmo?
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