El coño no puede apuntar

Cobré conciencia de la idiosincrasia del mear femenino cuando una antigua novia me relató, entusiasmada, cómo había abatido un papelito pegado a la porcelana del inodoro. Una mujer descubría a sus treinta y tantos años la común experiencia masculina de apuntar y derribar objetivos con el chorro de orín. Desde los primeros recuerdos mi actividad urinaria se ha dirigido contra papeles, esputos, pelos y otros restos orgánicos... y ahora llegaba esta novia mía a encontrarse con la meada orientable.

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