Si una niña pequeña, jugando con un perro, te dice riendo 'yo también quiero tener rabo', está bien. Si una niña mayor se acerca en una fiesta, te mete la lengua en la oreja y te dice 'yo también quiero tener rabo', está muy bien. Muy bien, pero nunca me ha pasado. Y yo quiero, quiero a esa chica que quiere rabo. Que me dice que lo quiere. Porque si me hace partícipe de ese deseo tal vez, también, me lo hiciera del objeto de su deseo. Y ese es mi deseo, que me participe de ese objeto.
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