A algunas mujeres, había decidido el comandante Norton tiempo atrás, no debía serles permitido viajar en las naves espaciales; la ingravidez hacía cosas a sus pechos que resultaban demasiado perturbadoras. Bastante malo era cuando permanecían inmóviles; pero cuando comenzaban a moverse y las vibraciones entraban en resonancia, el resultado era más de lo que podía exigirse que ningún hombre con sangre en las venas soportara. Él estaba seguro de que más de un serio accidente espacial había sido provocado por una total distracción de los tripulantes, después del paso de una mullida oficial por la cabina de control. Cita con Rama. A.C. Clarke.
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